El País, 23-05-2013. El metro de Estocolmo tarda 40 minutos desde las limpias y concurridas calles del centro hasta la destartalada estación de Husby, ya al aire libre, donde hileras de bloques de apartamentos se extienden por zonas mal urbanizadas y sin apenas comercios. En la madrugada del martes, por tercera noche consecutiva, esa periferia ardió cuando grupos de jóvenes volvieron a salir de madrugada a las calles para prender fuego a contenedores y a más de un centenar de coches, destrozar escaparates y enfrentarse a pedradas con la policía. Todos los escenarios de los disturbios —Husby, Kista, Rinkeby, Jakobsberg o Norsborg— tienen algo en común: una mayoría de población inmigrante o de origen extranjero, lo que ha reabierto el debate sobre la integración en el país mientras las causas de fondo que han desencadenado esta ola de violencia siguen ahí.
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