El soberanismo de las concertinas
17 de enero de 2024 | Temas: Emigración | Frontera | Irregularidad

El Diario, 17-01-2024. Hace años, en el interior de un alternativo ateneo libertario de Barcelona, participé en una de las mayores conversaciones de besugos que he disfrutado, y son muchas. Uno de sus fundadores me recordaba cómo el franquismo había intentado acabar con el catalán llenando sus tajos de emigrantes andaluces, murcianos, extremeños, aragoneses, castellanos, ya se sabe, charnegos de toda suerte. No dejó de sorprenderme: uno de ellos fue mi tío Juan Rubio, que había sobrevivido a la batalla del Ebro y al campo de concentración de Argeles-Sur-Mer. Amaba Cataluña, que le había dado techo, empleo y esperanzas, en el dédalo obrero de Sant Andreu, a dos pasos del Puente Dragón. No sé si fue él, Salvador Espriu, Pere Quart, Serrat o Lluis Llach, o acaso Vicent Andrés Estellés, quienes me contagiaran de amor por el catalán, esa lengua tan musical como poética por la que sigo sintiendo devoción. Lo cierto es que, ya liquidando los años 80 y en pleno imperio Pujol, le sorprendí farfullando a su regreso del Centro de Día de la Tercera Edad. Así que le pregunté por qué estaba tan encorajado y me espetó que ya allí no se podía hablar más que catalán: “Pero, tito, le repliqué, si a ti siempre te ha gustado”. Su respuesta me da que pensar todavía: “Sí, sobrino, pero no tanto”. Artículo completo

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